Southwestern Indiana's Catholic Community Newspaper
« BACK

We Must See Through Jesus' Eyes

By Bishop Charles C. Thompson
/data/global/1/file/realname/images/Bishop_Thompson.jpg

            In the Encyclical, Lumen Fidei (The Light of Faith), published on 29 June 2013, Pope Francis explained the nature of Christian faith as follows:  “In faith, Christ is not simply the one in whom we believe, the supreme manifestation of God’s love; he is also the one with whom we are united precisely in order to believe.  Faith does not merely gaze at Jesus, but sees things as Jesus himself sees them, with his own eyes:  it is a participation in his way of seeing.” (L.F. 18)

 

Each of us would do well to ponder how this resonates with our notion of faith.  How often do we merely seek to gaze at Jesus rather than going the distance of seeking to see through his eyes, participating in his way of seeing?  I recall being on a retreat based on devotion to the Sacred Heart of Jesus.  Authentic devotion to the Sacred Heart, the retreat director stressed, ultimately involves allowing our hearts and minds to be transformed into that of Jesus’ heart and mind.  It means being able and willing to see the world, creation, others and ourselves through the heart, mind and eyes of Jesus.  This is not something that just happens at the turn of a switch.  This type of faith or devotion must be cultivated through a lifetime of prayer, scripture reflection (especially lectio divina), spiritual reading, silent observance and engaged dialogue with others (particularly spiritual masters).  Such transformation enables us to respond rather than react to everyone and everything around us, to be moved with compassion rather than vengeance and to reach out rather than withdraw.

 

As Pope Francis has emphasized, like his predecessors, the primary purpose of evangelization is a personal encounter and relationship with Jesus Christ; therein lies the gift of salvation.  Apart from such an encounter and relationship, one is more apt to spend time and energy fretting, criticizing, complaining, gossiping, rashly judging, destroying and condemning.  Apart from God, there is no true peace or sense of hope. 

 

Imagine seeing all of life through the eyes of Jesus, participating in his way of seeing.  Was this not how St. Francis of Assisi came to see beggars and lepers?  Did not St. Maximillian Kolbe see his fellow prisoners in this way, leading him to give his life to save another?  Is this not how Blessed Teresa of Calcutta came to see the “poorest of the poor” lying in the streets?   Closer to home, we might ask what is it that causes mothers to see the goodness in their children even when they have gone wrong and become despised by others. 

 

Participation in Jesus’ way of seeing means viewing each person as a brother or sister rather than a stranger or foe.  It means that our first response to wounds or ugliness of others is one of compassion rather than judgment or defense.  It means being willing to imitate the Good Samaritan (cf. Gospel of Luke 10:25-37), readily willing to enter into the messy lives of others to bind up and become personally engaged in the ongoing healing process.  It means responding with an open hand rather than a clinched fist, seeking first to dialogue rather than draw the line.  It means choosing life rather than death, appreciating beauty rather than obsessing over what may be missing or less than ideal.  It means being ready to offer forgiveness before resorting to estrangement and defensiveness.  Such participation leads one to recognize the intimate connection between God and neighbor, worship and service, words and deeds, rights and obligations, spirituality and religion, justice and charity. 

 

            Participation in Jesus’ way of seeing, being transformed by the Sacred Heart, certainly does not necessarily bring about a quick fix to one’s plight or situation in life.  We all have our crosses to bear.  It does allow us to recognize divine grace at work, God’s plan of salvation being realized and the Kingdom at hand.  What could possibly be more profound than seeing ourselves and others through the eyes of unconditional love and mercy?  Without hesitation, we can echo the words of Jesus on the cross; “Father, into your hands I commend my spirit.”  

 

 

Debemos Ver a Través de los Ojos de Jesús

 

 

En la encíclica, Lumen Fidei (La Luz de la Fe), publicada el 29 de Junio de 2013, el Papa Francisco explicó la naturaleza de la fe cristiana de la siguiente manera: "Para la fe, Cristo no es sólo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel con quien nos unimos para poder creer. La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver"(L.F. 18).

 

Cada uno de nosotros haríamos bien en reflexionar sobre cómo esto se refleja en nuestra noción de fe. ¿Cuántas veces nosotros buscamos solamente contemplar a Jesús en lugar de ir más allá y buscar ver a través de sus ojos, participando en su forma de ver? Recuerdo haber estado en un retiro basado en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. El director del retiro destacó que la auténtica devoción al Sagrado Corazón en última instancia implica permitir que nuestros corazones y mentes sean transformados en el de corazón y la mente de Jesús. Esto significa ser capaz y estar dispuesto a ver el mundo, la creación, los demás y a nosotros mismos a través del corazón, la mente y los ojos de Jesús. Esto no es algo que sucede inmediatamente. Este tipo de fe o devoción debe ser cultivada a través de una vida de oración, reflexión de las Escrituras (especialmente la Lectio Divina), lecturas espirituales, la práctica del silencio y de un diálogo atento con los demás (en particular con los maestros espirituales). Esta transformación nos permite responder en lugar de reaccionar a todas las personas y a todo lo que nos rodean, a ser movido con compasión en lugar de venganza y a extender la mano en lugar de retirarla.

 

Como el Papa Francisco ha recalcado, al igual que sus predecesores, el propósito principal de la evangelización es un encuentro personal y una relación con Jesucristo; ahí está el regalo de la salvación. Aparte de un encuentro y una relación con Jesucristo, uno es más propenso a perder el tiempo y energía inquietándose, criticando, quejándose, chismoseando, juzgando apresuradamente, destruyendo y condenando a otros. Aparte de Dios, no hay verdadera paz o sentido de esperanza.

 

Imagínese ver toda de la vida a través de los ojos de Jesús, participando en su manera de ver. ¿No era así cómo San Francisco de Asís llegó a ver mendigos y leprosos? ¿No vio San Maximiliano Kolbe a sus compañeros de prisión de ésta manera, llevándolo a dar su vida para salvar a otros? ¿No es de esta forma que la Beata Teresa de Calcuta llegó a ver a los "más pobres de los pobres" tirados en las calles? Más cercano a nosotros, podríamos preguntarnos, qué es lo que causa que las madres vean la bondad en sus hijos, incluso cuando se han equivocado y han sido despreciados por otros.

 

La participación en la forma de ver de Jesús significa ver a cada persona como un hermano o hermana en lugar de un extraño o un enemigo. Esto significa que nuestra primera respuesta a las heridas o fealdades de los demás es una respuesta de compasión en lugar de juicio o defensa. Significa estar dispuesto a imitar al Buen Samaritano (cf. Evangelio de Lucas 10: 25-37) quien inmediatamente está dispuesto a entrar en las vidas desordenadas de los demás a vendar y a comprometerse personalmente en sus procesos continuos de sanación. Esto significa responder con la mano abierta en lugar de un puño cerrado, buscando primero dialogar en lugar de poner límites. Significa elegir la vida en lugar de la muerte, apreciando la belleza en lugar de obsesionarse con lo que podría ser falta o es menos de lo ideal. Significa estar dispuesto a ofrecer el perdón antes de recurrir al distanciamiento y a una actitud defensiva. Ésta participación lo lleva a uno a reconocer la conexión íntima entre Dios y el prójimo, la adoración y el servicio, las palabras y los hechos, los derechos y las obligaciones, la espiritualidad y la religión, la justicia y la caridad.

 

La participación en la forma de ver de Jesús, siendo transformados por el Sagrado Corazón, ciertamente no trae necesariamente una solución rápida a los aprietos o a las situaciones de uno en la vida. Todos tenemos nuestras cruces que cargar. Esto nos permite reconocer, en nuestras vidas, la gracia divina trabajando, el plan de salvación de Dios siendo realizado y el Reino a la mano. ¿Qué podría ser más profundo que vernos a nosotros mismos y a otros a través de los ojos del amor y de la misericordia incondicional? Sin duda, podemos hacer eco de las palabras de Jesús en la cruz; "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu."