Southwestern Indiana's Catholic Community Newspaper
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Cambiar Al Mundo Nos Involucra A Todos

By Bishop Charles C. Thompson
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Bishop Charles C. Thompson

Escribo este artículo sólo cuatro días antes de partir con varios representantes de nuestra diócesis a participar en la Jornada Mundial de la Juventud, en Cracovia, Polonia, donde debería estar en el momento de la publicación de The Message. Los crecientes actos de violencia que parecen estar dividiendo nuestro país y cautivando cada medio de comunicación impregnan cada tejido de la sociedad en los Estados Unidos. Algunas de las coberturas más notable de los medios de comunicación se ha enfocado en la muerte de hombres de raza de color negra (es decir, Baltimore, Baton Rouge, Chicago, Ferguson, Nueva York y St. Paul-Minneapolis), oficiales de policía (es decir, Nueva York, Dallas y Baton Rouge) y grupos elegidos como blanco (es decir, San Bernardino y Orlando). En respuesta al más reciente acto de violencia, la siguiente declaración fue emitida por el Arzobispo Joseph E. Kurtz de Louisville, Presidente de la Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos, el 18 de Julio:

"Ofrezco mis oraciones por los oficiales y las familias afectadas por los terribles crímenes en Baton Rouge. Nos encontramos en medio de una prolongada oración de lamento mientras nos unimos a consolar al afligido y a apoyar al que sufre. La gente está sufriendo debido a que su uniforme es azul, sufriendo porque su piel es de color negra y sufrimiento simplemente debido a su posición de vida.

"La tentación de responder a la violencia con violencia es fuerte. Incluso el mismo San Pedro atacó durante el arresto de nuestro amado Salvador. La respuesta de Jesús estaba clara. ‘Vuelve tu espada en su lugar, porque todos los que pelean con la espada también a espada  morirán'(. MT 26:52). Como seguidores de Cristo, abracemos siempre el amor y preguntémonos cómo podemos invitar a todas las personas de buena voluntad a vivir connosotros en paz.

"Las razones de tanto sufrimiento son complejas y variadas. Como sociedad, debemos unirnos para hacerle frente al persistente mal del racismo, la necesidad de proteger nuestros ciudadanos del presente peligro del extremismo y la ruptura general de la cortesía. Como Iglesia, vamos a buscar maneras de fomentar este diálogo para salvar vidas. Las respuestas no vendrán fácilmente ni tan rápidamente como las necesitamos. Debemos deseguir buscando y escuchando hasta que ellos lo hagan.

"A medida que buscamos un diálogo que cultiva un respeto verdadero por cada ser humano, deberíamos también buscar maneras, grandes y pequeñas, para ser un signo de esperanza en las rutinas diarias de la vida. La próxima vez que usted es detenido por un oficial de policía o pasa al lado de uno en la calle, agradézcale por su servicio. Para aquellos en el cumplimiento de la ley, la próxima vez que realice una parada de tráfico, agradézcale a la persona por su tiempo. La tarea de construir una sociedad sobre una base sólida de amor comienza con cada uno de nosotros cada día."

Esta breve declaración deja claro que es responsabilidad de todos y cada miembro de la sociedad hacer una diferencia. Cada persona es parte de la solución o parte del problema. Esta es una danza de la cual ningún ciudadano puede quedarse sentado. Esto es especialmente cierto para los Cristianos, sobre todo los bautizados, quienes son llamados a dar testimonio de lo sagrado de la vida y la misericordia de Dios en el nombre de Jesucristo. Este testimonio no se inicia tanto en las grandes etapas de la vida como con los retos diarios que nos brindan la oportunidad de responder a la demás en lugar de reaccionar. El testimonio Cristiano no se limita a asistir a Misa el Domingo, a retiros, a proyectos de servicio u otras formas de reuniones de la iglesia. La manera en que reaccionamos en la carretera, en el centro comercial, en la tienda de comestibles, o en las gradas en un juego de pelota revelan la verdadera naturaleza del discipulado Cristiano de uno. Cómo tratamos a los demás, especialmente a aquellos que son diferentes o en oposición a nosotros, realmente importa. Al devolver insulto por insulto, nadie gana. Al devolver ojo por ojo y diente por diente los resultados, en última instancia, es la inutilidad y el caos. Por difícil que pueda ser, el derramamiento de sangre tiene que parar. En pocas palabras, a pesar de que las "razones de tanto sufrimiento son complejas y variadas," necesitamos aprender a "jugar como buenos jugadores."

El Papa Francisco ha hablado a menudo acerca de la necesidad indispensable del diálogo, el acompañamiento y la compasión. Mientras que los mundanos tienden a ver tales comportamientos como débiles o vulnerables, estas son las características de un testimonio heroico para aquellos que buscan seguir el camino de Jesucristo. Si hemos de imitar a Jesús, debemos ser instrumentos de paz, de sanación, de reconciliación, de justicia y de misericordia. Como el Papa emérito Benedicto XVI ha señalado, debemos buscar no tanto poseer la Verdad sino ser poseídos por la Verdad misma. Esto es posible gracias a un compromiso continuo en la oración y la voluntad de hacer sacrificios por el bien de los demás. También es absolutamente necesario que enseñemos y seamos modelo de cortesía a nuestros hijos. El respeto mutuo y el diálogo son esenciales para las relaciones saludables en las familias, las sociedades y en todos los aspectos de la comunidad. Si hemos de encontrar la gracia del perdón y la comprensión, la humildad es un ingrediente clave.

Recuerdo una presentación de un sacerdote de la Santa Cruz (Holy Cross), dada hace unos años. El sacerdote habló acerca de cómo Jesús había tomado sobre sí los pecados del mundo por nuestra salvación. Comentó que Jesús, básicamente, se permitió así mismo absorber todos los efectos de la violencia, la injusticia, el odio, la ira y el mal que existía entre la humanidad. En lugar de permitir que se propague a otras personas, Jesús eligió tomar todos los efectos en la cruz con Él. Allí iban a ser clavados para morir con Él. Aunque Jesús resucitaría al tercer día, los efectos duraderos de los pecados de la humanidad quedarían clavados en la cruz. El sacerdote señaló que esta es la vocación para cada Cristiano. Al igual que Jesús, debemos estar dispuestos a absorber en lugar de extender los efectos de la violencia, la injusticia y el mal. Se debe terminar con nosotros, como lo hizo con Jesús. Es sólo a través de la cruz, la única arma verdadera en contra del mal, que podemos resucitar victoriosos. Aunque tenemos que sufrir por un tiempo, la cruz, en última instancia, debe dar paso al poder de la resurrección. Solamenteen Jesús encontramos el Camino, la Verdad y la Vida.