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La Voluntad De Dios Nos Llama A La Armonía

By Obispo Charles C. Thompson
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OBISPO CHARLES C. THOMPSON

Muchas de las imágenes proporcionadas por las lecturas del Profeta Isaías durante la época del Adviento se refierena la paz, la armonía y la riqueza de la vida que se realizan en el plan de salvación de Dios. Por supuesto, corresponde a toda la humanidad uniendo la voluntad de Dios si este plan divino se realiza en nuestras vidas. Así el Papa Francisco nos anima a entrar en la temporada del Adviento con la apertura de la mente y el corazón para prepararnos cada vez más para poder encontrar la santidad de la presencia y misericordia de Dios en nuestras vidas y nuestras relaciones. La perfecta armonía con Dios no es alcanzable aparte  de la armonía entre nosotros y con la creación. Toda esa armonía es posible gracias a Jesucristo, el verbo hecho carne, que nos une a Dios y los unos a los otros.

 

    Contrariamente a está armonía esta la división y la sospecha causada por la polarización, invadida prácticamente por todas las etapas de la sociedad, en consecuencia al individualismo radical que aparentemente precede  a cualquier noción de la verdad moral y el bien común. En lugar de adherirse a un conjunto de principios basados en hechos reales, el concepto de verdad se hace más relativo. De muchas maneras, la verdad se ha convertido en algo bastante personal, que se basa en los sentimientos de un individuo. Basta con tomar por ejemplo el gran número de identidades de géneros que se han desarrollado a lo largo de los últimos dos años. Independientemente de la formación de cromosomas de un individuo, el sexo de una persona está determinado por el sentimiento de uno mismo. Extendiendo esta noción de verdad siendo determinada por los sentimientos o la agenda personal aparte de los hechos reales, podemos reconocer fácilmente  la causa de la raíz de la polarización que afecta a la política, la economía, las religiones, las relaciones raciales y étnicas, e incluso las familias. Hay poco espacio para descubrir terreno común. Participar en el dialogo o atreverse a considerar cualquier tipo de compromiso que se percibe como débil o infiel.

 

La polarización tiende a alimentar el comportamiento  narcisista y demonizante. En su reciente homilía en la que suplicaa los cardenales recién nombrados a ser testigos de misericordia y a la unidad, el 16 de noviembre él Papa Francisco comento: “Nuestra era, es una era de graves problemas y problemas mundiales. Vivimos en una época en la que la polarización y la exclusión están creciendo y son consideradas como la única manera de resolver los conflictos… Poco a poco, nuestras diferencias se convertirán en síntomas de hostilidad, amenazas y violencia… El virus de la polarización y el rencor invadeen nuestra forma de pensar, nuestros sentimientos y en nuestra forma de actuar.”

 

    Es esencial para los seres humanos y especialmente para los cristianos de poder elevarse por encima de ese individualismo radical y así poder conseguir la polarización. Más que un enfoque de “Uno u otro”, consideremos más a fondo la necesidad y la posibilidad del católico. Para que la iglesia sea eficaz en su misión, debe haber una comprensión compartida  y el respeto por la naturaleza comunal de la humanidad. Los seres humanos son sociales por naturaleza. Mientras que cada uno de nosotros tiene nuestros propios dones y talentos, sueños y miedos, historias y deficiencias, todos tenemos una necesidad de permanecer en nuestro entorno social. La tecnología y los medios de comunicación social, a pesar de algunos propósitos que son muy buenos para el aprendizaje y la participación que han contribuido inmensamente a un creciente sentimiento de aislamiento y falsa sensación de independencia que finalmente desciende a la soledad, el miedo, la desesperanza, la ansiedad, la desesperación, la confianza y la violencia. No se trata de la tecnología y de las redes sociales en sí mismas, sino de la mala manera que la usamos.  Sin un sentido de comunidad, frente a la realidad comunal de la naturaleza humana, los seres humanos carecen de toda apreciación real por el bien común, la colaboración, la solidaridad, la unidad, la familia, el barrio, el estado y la identidad nacional. Cualquier trabajo de equipo exitoso requiere que un grupo de individuos tenga la capacidad de compartir una causa común y estar dispuesto a sacrificar por el bien de esa causa en apoyo del bienestar de los demás.

 

    La iglesia, fundada por Jesucristo, se basa en esta misma habilidad y la disposición de aquellos que dicen ser cristianos. Juntos, como Cuerpo de Cristo, estamos llamados a dar los testimonios gozosos de la unidad y de la esperanza de estar en comunión con Dios y unos con otros por medio de Jesús. Para disfrutar de esta comunión se quieren atributos que el Papa Francisco nos anima a poseer; La confianza mutua, el respeto, el dialogo y el acompañamiento. Para contrarrestar los efectos del individualismo radical y la polarización, debemos cultivar las virtudes del coraje, la humildad y la generosidad. Solo entonces podemos emprender el camino que nos conducirá a la gracia del encuentro con Dios y con los demás que es solo posible con Jesucristo. Todo comienza con la conciencia centrada en Cristo en nuestros hogares, parroquias, escuelas, lugares de trabajo y barrios. Al encontrar nuestro camino más cerca de Dios y unos a otros siendo capaces de superar la parálisis del resentimiento y la amargura a través del proceso de la reconciliación. Todo es posible con Dios, en la verdad y en la caridad.