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La Cuaresma Nos Ofrece Muchas Maneras De Prepararnos Para La Pascua

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OBISPO CHARLES C. THOMPSON

El año litúrgico de la iglesia nos proporciona un maravilloso ciclo de experiencia y de encuentro, con la santidad de la presencia divina y la gracia tejida en cada aspecto de la condición humana. Además de las diversas fiestas anuales de los misterios de Cristo, la Santísima Virgen María, mártires y santos, el año litúrgico está marcado por el enfoque especial de sus estaciones. El año litúrgico de la iglesia incluye los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma, Semana Santa y Tiempo Ordinario. Con el miércoles de Ceniza, celebrando el 1 de marzo de este año, nos hemos embarcado en el tiempo de Cuaresma.

El tiempo de Cuaresma es un tiempo sagrado para los cristianos, el cual nos ofrece  oportunidades y desafíos. Rico en simbolismo y ritual, nos prepara para la fiesta central de todo el año litúrgico; A saber, la Pascua, descrita por el Catecismo de la iglesia católica como “la Fiesta de las fiestas”, la “Solemnidad de las solemnidades”. Para estar listos para participar plenamente en la celebración de esta última fiesta y solemnidad, hay diferentes formas para prepararse en esta temporada de Cuaresma llena de gracias.

La palabra Cuaresma, derivada del latín, significa “Primavera”. Desde el Miércoles de Ceniza hasta el Triduo Sagrado (es decir, los “Tres Días Sagrados” del Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo) y Pascua, se entiende como primavera de la renovación cristiana en el discipulado. Por supuesto, para que la nueva vida de la primavera se arraigue y brote, las formas anteriores o viejas de ser deben ser desarraigadas y rechazadas. Los 40 días de Cuaresma apuntan a la noción de viaje o peregrinación. La Cuaresma no es un tiempo estancado de pasividad. Solo necesitamos pensar en el significado del número 40 en la Escritura: (1) Los 40 días y noches que Dios inundo la tierra, salvando solo a Noé y su familia; (2) Los 40 años que Moisés y los israelitas vagaron por el desierto antes de entrar en la Tierra Prometida; (3) Los 40 días y noches que Jesús ayuno en el desierto, después de su bautismo y justo antes de embarcarse en el ministerio público. Así, estamos llamados al discipulado misionero.

Las tres disciplinas de la oración, la limosna y el ayuno están destinadas a sacarnos de nosotros mismos y llevarnos más cerca de Dios y de otros y por medio de los misterios pascuales de Jesucristo. Los actos de penitencia nos permiten romper con el comportamiento pecaminoso, tan a menudo arraigado en el orgullo y el egoísmo, para ser más semejante a Cristo en relación con los demás. Para participar plenamente en la temporada de la Cuaresma, ya sea dando algo o participando en algo positivo, debe haber un esfuerzo consciente para centrarse menos en los deseos de uno y más en las necesidades de los demás. Toda la premisa detrás de la temporada de Cuaresma es claramente contraria al individualismo radical en la sociedad actual. En lugar de buscar aislarnos, debemos tener en cuenta que somos sociales por naturaleza.

Sin un sentido de responsabilidad y preocupación por los demás, hay poca motivación para el sacrificio. Sin embargo, como Jesús dio como ejemplo tanto por la palabra como la acción, el sacrificio está en el corazón del discipulado cristiano. Como Jesús dejo claro, él sacrificio no es solo para aquellos que amamos. Como el, debemos sacrificarnos por todo el mundo. A través del amor sacrificado, abrazamos a todos y cada uno de los seres humanos creados a imagen de Dios. Independientemente de la sexualidad, la religión, la etnia, la política o el comportamiento de cualquier persona, toda la humanidad está afectada por el mundo herido en el que vivimos y compartimos. Por lo tanto, debemos abrazar no solo a los cristianos, sino personas de todas las creencias. De hecho, debemos estar dispuestos a abrazar a aquellos que carecen de sentido de la fe. Debemos estar especialmente atentos a las necesidades de los más vulnerables en nuestro medio. Por lo tanto, debemos preocuparnos por la situación de los no nacidos, los pobres, los inmigrantes, los enfermos, los ancianos, los que no tienen hogar, los desempleados, los subempleados, los adictos, los abusados, los presos y los moribundos. Nuestro alcance no debe limitarse solamente a aquellos que nos aman o comparten nuestros valores. Como el Papa Francisco tan a menudo que nos exhorta, debemos salir a los márgenes normales, las periferias de la sociedad. Nadie está más allá del alcance de la misericordia.

Durante los últimos domingos que nos están llevando al tiempo de Cuaresma, las lecturas del Evangelio fueron extraídas del sermón de la Montaña de Jesús, abarca tres capítulos del Evangelio de San Mateo. En esos capítulos, 5-7, Jesús no solo nos proporciona la seguridad de las bendiciones y la gracia, sino que él nos aclara las demandas del discipulado cristiano. Allí, llamado a negarse a sí mismo y a llevar la cruz, es evidente que seguirlo no es para los de corazón débil. Sea cual fuese la forma en que nuestra oración, limosna y ayuno tomen durante esta Cuaresma, que Dios use nuestro testimonio para transformar nuestro mundo, nuestras relaciones e incluso nosotros mismos. Por lo tanto, realmente vamos a realizar y celebrar la alegría de la Pascua.