Pascua 2017
Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,
Regocijémonos en el Señor Resucitado, que ha ganado la victoria por nosotros sobre el pecado y la muerte. Su tumba está vacía para que nuestros corazones estén llenos. El resplandor de Su Gloria disipa la oscuridad del miedo, la duda, la culpa, la vergüenza, la venganza y el mal. Ha restablecido la dignidad de toda la humanidad y de toda la creación, que había sido perdida por el pecado original y más allá del mero mérito humano.
Los primeros testigos de la resurrección de Jesucristo se sorprendieron al ver que la gran piedra rodada y la tumba estaba vacía. Esto habría sido más allá de la imaginación de nadie. Aún hoy, hay muchos que encuentran difícil o imposible creer. Aquellos primeros creyentes que tuvieron tanto privilegio de experimentar al Señor Resucitado recibieron también el mandato de proclamar la Buena Nueva a otros. Por la gracia de Dios, ese mensaje sigue siendo proclamado alrededor del mundo hoy.
Llamados a la santidad y a la misión, debemos buscar rodar las piedras en vez de permitir que nosotros mismos o los demás sean sepultados en el miedo, la ignorancia, el prejuicio y el aislamiento. Muchos necesitan escuchar la Buena Nueva. Como los primeros creyentes, los creyentes de hoy son privilegiados y están obligados a dar testimonio de nuestro encuentro con el Señor Resucitado, Jesucristo. Nos encontramos con Él en la Palabra y el Sacramento, en la adoración y el servicio, en nosotros mismos y personas de toda fe, pero especialmente en los pobres y vulnerables. En el evento de Pascua, celebramos el poder de Dios para transformar corazones, vidas, relaciones y toda la creación. Aceptando al Señor Resucitado, buscamos nuestra propia resurrección.
Feliz Pascua de Resurrección,
Obispo Charles C. Thompson