Southwestern Indiana's Catholic Community Newspaper
« BACK

Ordenaciones Del Sacerdocio

By
/data/global/1/file/realname/images/color__bishopthompson.jpg
OBISPO CHARLES C. THOMPSON

Hace casi un año, el 29 de junio de 2016, publicamos una Carta Pastoral Diocesana sobre Identidad Católica y Misión en el suroeste de Indiana, titulada Convocada al Discipulado y Conversión Misionera. Esta carta pastoral fue muy influenciada por la Exhortación  Apostólica del Papa Francisco, Evangelii Gaudium ("La Alegría del Evangelio"), en la que el Santo Padre subrayó que cada comunidad parroquial  está llamada a la conversión misionera como tema primordial de la evangelización. Así, nuestra carta pastoral, incluyendo una "Declaración de Misión y un Plan Pastoral" objetivo propuesto de promover la conversión y la comunión misionera en nuestra Iglesia conocida como la Diócesis de Evansville. El Papa Francisco ha señalado constantemente que el discipulado misionero y la conversión deben comenzar con los ministros de la Iglesia, Obispos y sacerdotes.

 

Diáconos John y Jerry, como aquellos antes de ustedes, han sido llamados por el Señor. Si bien han respondido valiente y generosamente a esa llamada, no olvidemos nunca que es el Señor quien inicia esta realidad. A través de años de formación y educación, han participado en un proceso de discernimiento de por vida que ha necesariamente involucrado una conversión de mente y corazón. Muchos han asistido en el camino. Así,  también reconocemos las bendiciones de las familias, de los amigos, de las parroquias, de los sacerdotes y de los responsables de su formación en el seminario, que han guiado a los  candidatos a este momento. Esta es la naturaleza  de la preparación  vocacional, que se basa en la oración, tanto personal como comunitaria, la Palabra de Dios, los Sacramentos, el estudio, la tutoría, el servicio y relaciones. El Señor que llama es el mismo que envía. Así que debe ser con la misma valentía y la generosidad de respuesta a la llamada que los Diáconos John y Jerry aceptan ser enviados.

 

El discipulado misionero implica más de un solo momento de envío o acción. Requiere una cierta actitud, una disposición, una apertura que sólo es posible mediante el cultivo de virtudes particulares; el valor,  la humildad y la generosidad. El sacerdote como discípulo misionero debe tener en cuenta que está ordenado a servir a la Iglesia, tanto local como universalmente. Ninguna  misión se convierte en un reino dentro de sí mismo. El sacerdote es enviado para atender las necesidades de los demás en lugar de tener sus propios deseos satisfechos o por el bien de su propio ego. El discipulado misionero implica necesariamente  reflejarse  hacia los demás en vez de reflejarse hacia uno mismo. Cada uno de los miembros bautizados de la Iglesia está llamado al discipulado misionero, abarcando la santidad y la misión. El ministro ordenado debe guiar el camino por palabra  y, sobre todo, por ejemplo. Para algunos, esto puede requerir viajar largas distancias. Para la mayoría, especialmente el sacerdote diocesano, la tarea no será tanto en millas como en generosidad de espíritu y obediencia.

 

Para ser un discípulo misionero, uno debe tener una visión. Los discípulos misioneros no están sin propósito.  Al  contrario, los verdaderos discípulos misioneros de Jesucristo son claros acerca de quienes  siguen y de lo que son como testigos de la "Alegría del Evangelio". Un discípulo misionero no puede darse el lujo de envolverse en el orgullo, ideología o agenda personal. Es la misión de la Iglesia, la proclamación del Evangelio, instituida por Jesucristo, que es la base fundamental del discipulado misionero. Los discípulos misioneros buscan llevar a otros a la relación personal con Jesucristo, la fuente de nuestra esperanza y alegría. Cualquier cosa menos sería traicionar el propósito de ser llamado y enviado. Las promesas sacerdotales de celibato, oración litúrgica y obediencia están destinadas a fomentar  el espíritu de discipulado misionero que es  en lo  particular para el obispo y sus sacerdotes.

 

Para el discípulo misionero, el viaje es tan importante como el destino. Nadie debe pasar por alto el camino. El sacerdote como discípulo misionero debe estar especialmente atento a los pobres y vulnerables, siempre dispuesto a dialogar y acompañar a los necesitados. Respondiendo con misericordia, en lugar de reaccionar con severo juicio, el sacerdote debe esforzarse por levantar a los que han sido golpeados. Movido por compasión, debe estar dispuesto a sufrir con los no nacidos, los desamparados, los inmigrantes, los enfermos, los adictos, los abusados, los ancianos, los presos, los moribundos y todos los que son hechos  a un lado por la sociedad. Una clave para el discipulado misionero como sacerdote es la presencia. Para ser más eficaces en el discipulado misionero, debemos estar presentes  para los demás. El sacerdote no necesita ser perfecto ni tener todas las respuestas, sino estar presente para escuchar, animar y caminar con los que han sido confiados a nuestro cuidado a lo largo del camino de la vida en la fe.

 

Las lecturas en las Escrituras de hoy, hablan de las seguridades de la gracia de Dios sobre aquellos que aceptan  el llamado al discipulado y la manera en que ellos deben llevar a cabo la misión que se les ha confiado. En la primera lectura, Dios designa a Jeremías como un profeta, poniendo sus palabras en la boca de Jeremías. El salmista denota el gozo y la gratitud que marca la vida de aquellos que encuentran intimidad con Dios. En su Carta a los Romanos, San Pablo extiende esa sensación de intimidad compartida en comunión con la familia de Dios como muchas partes, como el Cuerpo de Cristo. Compartimos nuestros dones particulares por el bien de la gloria de Dios y el bien del uno al otro. En el Evangelio de Mateo, Jesús deja  claro que el discipulado es últimamente  cuestión de servir y no de ser servido.

 

Diáconos John y Jerry, es mi sincera esperanza que ustedes encuentren  gran bendición en traer el gozo del Evangelio a otros. Espero que  permitan ser transformados incesantemente por su devoción a la oración constante, proclamando la Palabra de Dios, celebrando los Sacramentos y sirviendo al Pueblo de Dios. Recuerden siempre que pertenecen a algo mayor que a ustedes mismos. Ustedes son miembros de un presbiterio, comprometidos en una fraternidad de apoyo y responsabilidad. Juntos, estamos unidos en un lazo de unidad con el Gran Sumo Sacerdote, Jesucristo, en cuyo sacerdocio nos ha sido dado para compartir.

 

Los dejo con las palabras de bendición de san Pablo sobre los tesalonicenses, que se encuentra al final de nuestra Carta Pastoral diocesana sobre el discipulado misionero y la conversión:

 

“El Dios de la paz los santifique completamente; los conserve íntegros en espíritu, alma, y cuerpo, e irreprochables para cuando venga nuestro Señor Jesucristo. El que los llamo es fiel y lo cumplirá.” Hermanas y hermanos recen también por mí.  (1ra Carta a los Tesalonicenses).