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Homilía - Misa De Instalación

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BISHOP JOSEPH SIEGEL

¡Que Jesucristo sea alabado!

Su Excelencia, Arzobispo Pierre; Arzobispos y Obispos; Hermanos Sacerdotes, Diáconos, Seminaristas; Religiosos y Religiosas; queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús:

Es una gran alegría pararse ante ustedes como el sexto obispo recién instalado de la Diócesis de Evansville.

Estoy agradecido con el Papa Francisco por haberme nombrado a esta Iglesia local en el suroeste de Indiana; y les agradezco a todos ustedes por su cálida y grata bienvenida.

Para mí, este es un tipo de regreso a casa.

Asistí al St. Meinrad College Seminary durante tres años y llegué a conocer esta área. Ahora, soy verdaderamente un Hoosier (nativo)  para quedarme.

Creo que es providencial que la Diócesis de Evansville comience un nuevo capítulo en su rica historia durante esta sagrada temporada de Adviento.

El Adviento es un tiempo de esperanza y expectativa, mientras nos preparamos para conmemorar, una vez más, la venida de nuestro Señor  Jesucristo en la historia, nacido como un niño de la Santísima Virgen María y venido a ser nuestro Señor y Salvador.

El Adviento es un tiempo para esperanzas y sueños, mientras esperamos a lo que Dios hará en nuestras vidas en los días, meses y años venideros.

La venida de Cristo Jesús como hombre cambió la existencia humana para siempre y Nuestro Señor Jesús continúa trabajando sus maravillas y milagros en la vida de todos los creyentes.

Estoy aquí hoy porque el Señor me llamó, indigno como que soy, para servirlo primero como un diácono, luego un sacerdote y ahora un obispo.

El maravilloso misterio de la vocación es una de las muchas maravillas que Cristo Jesús obra en nuestras vidas – ya sea un llamado al ministerio ordenado, la vida religiosa, el matrimonio, el estado soltero.

Y como el Señor ha comenzado este trabajo en nosotros, seguramente lo llevará a término.

Hace casi 8 años, cuando me convertí en obispo, tomé como lema una de las líneas finales del gran himno de alabanza de la Iglesia, el "Te Deum" - "In Te Domine, speravi" - "En ti, Señor, yo he puesto mi esperanza".

Elegí esta línea porque me di cuenta de que si me gustaría realizar cualquier cosa buena y significativa en mi ministerio, mi esperanza tenía que estar solo en Dios.

Ciertamente me di cuenta de eso desde el principio como sacerdote y sabía que iba a ser casi más cierto como un obispo.

Por esta misma razón, elegí para esta misa la lectura del Libro de la Sabiduría, la oración de Salomón, cuando se convirtió en el líder del pueblo de Israel.

Es una oración por el don de la Sabiduría - Santa Sabiduría - para dirigir y guiarlo en todo lo que hizo.

Ciertamente rezo por ese regalo hoy y todos los días.

 

La sabiduría de la que hablamos es la sabiduría de Dios, no la mera sabiduría humana, sino la sabiduría que nos lleva a toda la verdad.

Es la sabiduría que nos ayuda a reconocer más profundamente la presencia y la actividad del amor de Dios en nuestras vidas y las vidas de quienes nos rodean.

En las inevitables luchas que la vida pone en nuestro camino, esta sabiduría es la esperanza que nos permite saber que Dios está con nosotros, incluso en los momentos más oscuros.

Esta sabiduría es también la esperanza que nos ayuda a reconocer que no estamos solos en nuestro camino de discipulado y en nuestra misión de edificar la Iglesia.

Ciertamente aprendí como pastor y como un obispo auxiliar que puedo hacer muy poco por mi cuenta. Es por eso que las palabras de San Pablo a los Romanos --- sobre de la necesidad de que todas las partes del Cuerpo se levanten y cumplan su rollo en la misión de la Iglesia, el rollo de la Evangelización, de llevar las Buenas Nuevas de Jesucristo a todas las personas --- son tan crucial hoy para ti y para mí como lo fueron en el primer siglo del cristianismo.

San Pablo dejó en claro que no todos tienen los mismos roles o funciones en esta misión.

Algunos están llamados a ejercer el liderazgo pastoral y dirigir a la iglesia en el culto y la celebración de los sacramentos.

Otros están llamados a ser maestros y catequistas, transmitiendo la fe a jóvenes y adultos por igual.

Algunos están llamados a trabajar a tiempo completo con la Iglesia en las parroquias o en la diócesis, mientras que otros están llamados a compartir la fe en sus hogares, en sus lugares de trabajo, escuelas y comunidades.

Algunos están llamados de manera especial a ser el corazón caritativo de la Iglesia, cuidando a los enfermos, a los pobres, a los marginados – haciendo que el amor del cuerpo de Cristo sea tangible para los necesitados.

Y luego, algunos están llamados a ser obispos – a ser el principal pastor del rebaño confiado a su cuidado, a través de su ministerio como santificadores, maestros y líderes, sirviendo según el corazón de Jesús, el Buen Pastor.

En el pasaje del Evangelio, Jesús nos describe a qué se parece un Buen Pastor, a saber, uno que da su vida por sus ovejas; uno que es lo suficientemente valiente como para ponerse de pie y defender a su rebaño de cualquier cosa o personas que viene como un lobo para tratar de dañar y dispersar a los que están bajo su cuidado.

Un buen pastor es aquel que conoce bien a sus ovejas y es conocido por ellas.  Y sí, un pastor según el corazón de Cristo también debe preocuparse por los que están fuera de su rebaño, brindándole asistencia y orientación a todos los que vienen a él.

Claramente, esta es una gran tarea para cualquier persona a la que se le haya confiado el rollo de pastorear una diócesis como su obispo, incluso para uno que tenga 6’5” de altura.

Esta es la razón por la que invoco la sabiduría y la gracia de Dios para que me guíe en todos los aspectos de mi ministerio de cuidado de las necesidades espirituales y materiales de los que están en esta diócesis.

 

Rezo por  sabiduría para reconocer las amenazas que podrían tener un mal impacto en el bienestar de nuestra gente y por el valor para enfrentarlos, incluso a costa personal y la desaprobación de la sociedad secular que nos rodea.

Espero cumplir mi rollo como pastor de esta diócesis de la manera descrita por el Papa Francisco, es decir:

Para guiarlos, marcar el camino por delante con mi ejemplo, enseñanza y predicación.

Caminar a sus lados, acompañándose en las alegrías y las luchas de sus vidas, mientras se esfuerzan por vivir las enseñanzas morales y éticas de la Iglesia, en situaciones desafiantes que se encuentren cada día.

Y para seguir, asegurándose de que nadie se quede atrás y siempre listo para buscar a los perdidos, para invitar a aquellos que han dejado la práctica de su fe, para ayudar a traer sanidad y reconciliación a estos alienados de la Iglesia por cualquier razón.

Sí, esta es una vocación desalentadora; y sí, sin la gracia y la ayuda diaria de Dios, sería imposible.

Por lo tanto, al comenzar mi ministerio como su obispo, pido sus oraciones diarias para que sea un obispo santo, sabio y valiente, uno que modele su vida y su ministerio en Jesús, el Buen Pastor.

Entonces, ¿qué es lo que debo hacer  como el  principal de los pastores de la Diócesis de Evansville?

El tiempo y las circunstancias lo dirán. Como dije el día en que se anunció mi nombramiento, no llegué con ningún plan o estrategia preconcebida.

El Arzobispo Thompson y el Obispo Gettelfinger antes que él, ayudaron a establecer una base sólida sobre la cual espero construir.

En este primer año, espero escuchar, aprender y buscar la sabiduría del clero, el personal diocesano y varios consejos asesores de la Diócesis, especialmente en cuanto a cómo podemos implementar mejor las metas y los objetivos establecidos en el Plan Pastoral Diocesano de 2016.

En este contexto, estoy especialmente agradecido de poder recurrir a la experiencia del Padre Bernie Etienne, quien se ha desempeñado como Vicario General y ha sido Administrador Diocesano desde fines de julio.

Sé que la diócesis estaba orando por la designación de un nuevo obispo y sospecho que ninguno más fervientemente que Padre Bernie. Teniendo en cuenta que tomó menos de tres meses para mi nombramiento, casi un tiempo récord, sé que recurriré a él cuando tenga una intención especial que necesita oraciones. Padre Bernie ha hecho un trabajo maravilloso; y en nombre de toda la diócesis, quiero agradecerle por su generoso servicio.

En los próximos meses, tengo muchas ganas de conocer a las personas en estos 12 condados, los sacerdotes y diáconos, los religiosos y los fieles laicos, los jóvenes y los ancianos.

Espero comenzar a visitar nuestras parroquias, escuelas e instituciones muy pronto y aprender más sobre la vida, la historia y la cultura de esta parte de Indiana, así como las necesidades y preocupaciones de las personas que viven, trabajan y adoran aquí.

Como mencioné anoche en oración solemne de la noche, cuando tuve la bendición de saludar a muchos de nuestros funcionarios ecuménicos, interreligiosos y cívicos locales, también espero participar en las comunidades de nuestros 12 condados y trabajar con nuestros líderes del gobierno y personas de fe, para servir las necesidades de todas las personas que viven en el suroeste de Indiana.

 

Invito a todos a tomar en serio las últimas palabras de San Pablo en nuestra segunda lectura: "Dejen que su amor sea sincero, aférrense a lo que es bueno, ámense unos a otros con afecto mutuo, regocíjense en la esperanza, aguanten en aflicción, perseveren en oración."

Que nuestra diócesis esté marcada por nuestra unidad en la fe, la esperanza y el amor, centrada en la Eucaristía, nutrida por nuestra oración y estudio de nuestra fe, y marcada por nuestro servicio generoso a los necesitados en nuestras comunidades.

 

 

Nota del editor: el obispo Siegel pronunció la siguiente sección en español

Hermanos y hermanas hispanos, su presencia en esta diócesis es una bendición.  Ustedes traen muchos dones a nuestra iglesia local y espero que usen esos dones para compartir las Buenas Nuevas de Nuestro Señor Jesucristo y enriquecer nuestras comunidades con su fe y rica cultura.  Que nuestra Señora de Guadalupe, patrona de las Américas, cuya fiesta celebremos el martes, les bendiga y les guie siempre más cerca de su Hijo, Jesús.

 

Como su Obispo, contaré con ustedes, la gente de la Diócesis de Evansville, clérigos, religiosos y laicos, para cumplir su vocación en el Cuerpo de Cristo como discípulos misioneros, para llevar la Buena Nueva de lo que se proclama, celebra y recibido en cada Misa y compartirlo con alguien con quien se encuentren durante la semana.

Porque si conscientemente e intencionalmente hacemos y decimos todo para la mayor gloria de Dios, para la edificación de su Iglesia y para la salvación de todas las personas, entonces en verdad el Dios de paz estará con nosotros y nuestras vidas y nuestra fe da mucho buen fruto.

Encomiendo mi ministerio episcopal a nuestra patrona, María la Madre de Dios, que es nuestra vida, nuestra dulzura y nuestra esperanza.

Que ella nos lleve cada vez más cerca de su Hijo en esta sagrada temporada de Adviento, que a medida que continúe encarnándose en nuestra Iglesia, así también pueda nacer de nuevo en nuestro mundo a través de nosotros. Que Dios los bendiga a todos.