Southwestern Indiana's Catholic Community Newspaper
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La Cuaresma Es Un Regalo

By Obispo Joseph M. Siegel
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Obispo Joseph M. Siegel

Tengo una confesión que hacer. Cuando era joven, no me gustaba la Cuaresma. De hecho, la Cuaresma parecía ser los 40 días más largos del año. Probablemente tuvo algo que ver con el hecho de que en nuestra casa durante esta temporada, no podíamos ver la televisión; no teníamos dulces o refrigerios; y observamos otras prácticas penitenciales que marcaron la temporada de Cuaresma. Sin embargo, a medida que fui creciendo, y especialmente durante mi tiempo en el seminario, llegué a reconocer la Cuaresma como un regalo – un tiempo de gracia anual, un retiro de 40 días ofrecido por la iglesia para ayudarme a profundizar mi relación con Dios.

 

Nuestra observación de la Cuaresma tiene sus raíces en dos antiguas prácticas de la iglesia: el catecumenado, la iniciación de las personas en la iglesia y la reconciliación de los penitentes públicos con Dios y la iglesia. A través del Rito de la Iniciación Cristiana de los Adultos, que compartimos en el camino de la fe de nuestros catecúmenos y candidatos en las parroquias alrededor de la diócesis mientras se preparan por los Sacramentos de la Iniciación en la Vigilia Pascual. Son un recordatorio para nosotros de nuestro propio compromiso bautismal de vivir como fieles seguidores de Cristo. Mientras nos preparamos para renovar nuestras promesas bautismales en la Pascua, la iglesia nos invita a examinar nuestras vidas, a reflexionar sobre nuestra pecaminosidad y nuestra necesidad de arrepentimiento y conversión. Porque solo cuando reconocemos que aún reinan áreas de la oscuridad en nuestras vidas, podemos buscar el perdón y, con la gracia de Dios, esforzarnos por cambiar nuestro comportamiento y nuestras actitudes pecaminosas. A través de actos de sacrificios y penitencia, nos esforzamos por expiar nuestros pecados. Además, de eliminar lo innecesario de nuestras vidas y concentrarnos en lo que es verdaderamente esencial, para que nos fortalezca en la luchar contra la tentación en el futuro.

 

La iglesia nos ofrece tres maneras de llevar a cabo este proceso de conversión: oración, ayuno y limosna. A través de nuestro compromiso de la Cuaresma con la oración, nos esforzamos por tener más tiempo con Dios, tal vez con menos distracciones como la televisión, la radio o las redes sociales. Los invito a usar este tiempo para asistir a la misa diaria, leer las lecturas espirituales (ya sea de las Escrituras o de un buen libro espiritual), rezar el rosario, las Estaciones de la Cruz u otra devoción. Mediante el ayuno y otros actos de sacrificios y autodisciplina, nos esforzamos por dominar nuestro deseo de gratificación inmediata y reforzar nuestra voluntad de evitar el pecado. Esto definitivamente debería incluir menos comida, pero también algunas cosas extras que tenemos en la vida que realmente no necesitamos. La limosna y otras obras de caridad realmente cumplen nuestra oración y ayuno ya que nos impiden alejarnos de la Cuaresma al abrirnos a las necesidades de los demás. Al ofrecer nuestro tiempo, esfuerzo y asistencia financiera a los pobres, a los que están solos y olvidados, mostramos nuestro amor por el Señor, quien nos recordó que él está especialmente presente en aquellos que luchan. A través de la oración, el ayuno y la limosna, debemos arrancar de nuestras vidas todo lo que no sea de Dios – impaciencia, egoísmo, justicia propia, codicia, celos, impureza.

 

La Cuaresma nos ofrece la oportunidad de renovar y profundizar nuestra relación con Dios al salir de cualquier malestar espiritual y satisfacción en nosotros mismo. Todos los aspectos de nuestra vida deben ser tocados por la Cuaresma – en el hogar, el trabajo, la escuela, el vecindario y en nuestra vida personal. Los efectos de esta temporada deberían ser más que cosméticos o temporales. Nos esforzamos por cambiar no solo por 40 días o por la Pascua, sino para toda la vida. Como el profeta Joel nos recordará en el Miércoles de Ceniza, "Rasguen sus corazones, no sus vestiduras" para que nuestra conversión pueda penetrar en el núcleo de nuestro ser.

 

Las cenizas con las que seremos marcados en el Miércoles de Ceniza, son un signo de nuestra mortalidad y un antiguo símbolo de penitencia y absoluta dependencia de Dios. Al dar un paso adelante para recibirlo, ya sean clérigos, religiosos o fieles laicos, jóvenes o viejos, aceptamos el compromiso de abrazar todo este tiempo de gracia y renovación tan profundamente como podamos. Ahora es el tiempo adecuado, hecho a medida para cada uno de nosotros mientras nos apoyamos mutuamente como compañeros peregrinos, luchando en el camino de la conversión.

 

Que el Señor nos bendiga en nuestra peregrinación cuaresmal, mientras viajamos del invierno a la primavera, del pecado al arrepentimiento, de la muerte a la nueva vida